No utilices tus manos o pies para jugar con él. Si quieres conservarlos, usa juguetes para gatos.
No le tires contra el juguete, tira el juguete en una trayectoria que se aleja del gato para que él pueda cazarlo.
No le eduques a golpes o gritos. Conseguirás que el gato te coja miedo o se defienda. Busca otras maneras.
No le persigas, no le grites y no lo mires fijamente si quieres que venga. Dale tiempo y espacio. Los gatos suelen acercarse a la persona más tranquila.
No le arrincones ni lo bloquees para acariciarlo, se asustará. Cuando el venga, dale una buena sesión de mimos.
No aproveches cuando duerme para molestarle sobre todo si cuando está despierto no le gusta que le toques: para un gato el descanso es sagrado.
No le molestes cuando hace sus necesidades, puede que lo traumes y deje de usar la bandeja con tal de estar tranquilo.
No le tires de la cola. Con ella se comunican, guardan el equilibrio y es súper delicada.
No le rasques la barriga, las patas o la cola, mejor ve directo a la zona delante y detrás de las orejas y debajo del mentón. Le encantará.
No lo levantes por la piel del cuello sobre todo si es adulto. No les suele gustar nada.
No lo cojas en brazos sin haberte asegurado antes de que le gusta que lo levanten. Muchos gatos prefieren tener las cuatro patas en el suelo.
No lo intentes tranquilizar si de repente aplana las orejas, empieza a bufar o gruñir, mientras da latigazos con la cola. Será mejor que le dejes tranquilo. Yo no me atrevería con un gato alterado.
Estamos seguros de que si respetas a tu gato y su manera de ver el mundo, él será el primero que se acerque a ti.