Cómo saber que ha llegado el momento de aplicar la eutanasia a tu perro (o gato)

 




Se llamaba Kira. Algunos ya la conocen tras aparecer en un artículo que escribí sobre las señales de calma que emiten los canes. Era mi perra, una labrador retriever color canela; pero también una amiga, confidente y gran maestra de vida. Inseparables las dos, el vacío que sentí cuando falleció se hace aún presente cuando desarrollo estas líneas sobre cuál es el momento justo en qué hay que sacrificar a tu perro o gato enfermo. Es decir, en qué situación es preferible la eutanasia a la vida y qué pasa por la cabeza (y el corazón) de su responsable –mejor que propietario– que hace tan difícil decirle al veterinario: “adelante, ha llegado el momento”.


Tras diagnosticarle un problema en el hígado, Kira, que desprendía vitalidad por las cuatro patas y alegría y gratitud infinita en su ojos, empezó a menguar sus fuerzas. Observándola y acompañándola en su proceso, los síntomas de la enfermedad se fueron agravando hasta que hubo un día en el que nos situamos cerca del umbral en el cual podía dejar de tener una vida digna. Esa es la palabra, y el momento, según los expertos. Es ahí donde ha de intervenir la eutanasia. En su caso, no había dolor, pero evitar el sufrimiento también es esencial en esta decisión. Y una vez tomada, empieza una fase nada fácil para el propietario, porque muchas ilusiones y recuerdos parece como si desvanecieran hacia la nada.

Pero lo importante no eres tú, ni tu duelo, que ha comenzado a manifestarse; sino el animal. Este ser que te ha acompañado en tus días alegres y también tristes. Que fue contigo en aquella excursión por la montaña donde encontrasteis un río en el que no pudo evitar darse un chapuzón, y que estuvo a tu lado esas semanas en que llegabas tarde a casa y te sentías decaído. El paseo que hacíais juntos por los alrededores era para él pero también para que aireases tu pesadumbre. Ese alguien que lo ha dado todo por acompañarte. Y ahora te a toca a ti acompañarlo a él. Te lo pide. Según los especialistas, si observas bien a tu animal entenderás qué quiere ahora, como buenos compañeros que sois después de todos estos años compartiendo la vida juntos.


Kira dejó de ser ella. De alguna forma –no sé decir cómo, pero a través de gestos y la dulce mirada– me expresó su cansancio. Y la veterinaria unos días después también me expuso, tras valorarlo con criterio médico, la recomendación de adormecerla con la inyección letal. Pese a lo difícil de la situación, pensé que en sus últimos días tocaba darle sin dilaciones lo mejor de mi con respeto, serenidad y gratitud hacia ella. Aunque costara.

Las señales

A nivel veterinario hay signos de bienestar o malestar que informan de si el perro o el gato tienen o no calidad de vida. Según aclara Desoi, “cada caso es individual y, dependiendo de la enfermedad del animal, este puede mostrar unos u otros síntomas”.


“Para ayudar a tomar la decisión a los propietarios nos guiamos sobre todo por la presencia y control del dolor, la capacidad de comer, el estado de limpieza que puede mantener el animal, el estado de ánimo y tipo de días, si hay más buenos o malos...”, indica esta veterinaria, quien señala que “nuestro objetivo es conseguir una vida digna y sobre todo, sin dolor; en el momento en que eso no es posible, ya es una razón para plantearse la eutanasia”.


Por su parte la veterinaria natural Mercè Giménez precisa: “Hay que ver cuántos días hace que no come (si es que come), qué nivel de actividad tiene, si camina, si orina solo, si puede controlar o no los esfínteres, o si ha disminuido su calidad de vida. También hay que fijarse en su tratamiento, si responde bien a él o si no está respondiendo o no mejora, cómo avanza la enfermedad. Si hablamos de cánceres, la medicación suele ser fuerte, y si le hemos dado dos tandas y no está dando el resultado esperado, debemos valorar si una tercera sería más desagradable que la esperanza de vida que podemos darle”, detalla Giménez.


Porque cuando los perros están enfermos,“si algo se puede hacer por ellos, es evitar que sufran. Y si detectamos que lo hacen, podemos pedir a un veterinario que nos ayude. Muchas veces con la mera intención de adormecerlos, ya se van”, comenta Vilardell.


El dónde y el cómo

No hay una hora y un lugar concreto para la eutanasia. “Es la propia familia la que debe tomar la decisión y pensar no lo mejor para ellos, sino lo mejor para el animal, y tomar la determinación desde el corazón. Hay que tener en cuenta qué recuerdos le quedarán al humano responsable y cuál será la experiencia final del animal, por eso, si es posible, siempre es mejor que la eutanasia sea en un lugar conocido. En casa es un buen sitio. Así el animal podrá sentirse cómodo: en el domicilio, con el veterinario (conocido o no), acompañado de sus seres queridos y en su sitio”, relata Giménez. Un buen recuerdo.


Esta especialista canina considera, además, que “el viaje hacia la clínica veterinaria puede estresar al animal y si le lleva a un lugar nuevo, con otros perros o gatos aún peor”. Aunque, según añade, “cada vez son más los hospitales donde hay un espacio separado y silencioso, preparado para el momento final, en el que preferiblemente el animal no ve a otros animales y sus responsables pueden entrar por un lugar y salir por otro, que no es la entrada principal”.


Se trata de unos momentos de intimidad en los inevitablemente nos viene a la mente si realmente estamos haciendo lo correcto y nos acecha un posible sentido de culpabilidad. Pero el secreto es volver a pensar en el vínculo que tenemos con nuestro animal y revisar su día a día con todos los efectos derivados de la enfermedad, si hace falta de la mano del veterinario, para valorar si el perro o el gato está transitando con calidad de vida sus últimos días o si ya es la hora de pensar en ayudarlo en su partida.

La despedida

Precisamente el vínculo con este ser querido, es lo que agrava su pérdida. Según Giménez, decirle “perdón, gracias y darle permiso para que se vaya” es básico para empezar a hacer un duelo correctamente. “Perdón porque como en todas las relaciones humanas hemos tenido momentos de conflicto: actué mal en algunos momentos por desconocimiento pero después aprendí. También darle las gracias, porque ayuda a allanar el camino y a no sentirte culpable sino presente en la situación (además se pueden dar las gracias en todas las fases del duelo: gracias por todo lo vivido). Y finalmente, un ejercicio de liberación: aunque ahora estemos tristes, recordar lo bien que hemos estado junto a él. Pensarlo por los buenos momentos que el animal se merece, y dejarlo ir si es lo que quiere. Es el último acto de amor que le das. Cárgate de fuerza. A veces es lo mejor que puedes hacer si conoces bien a tu compañero animal. Con el tiempo la tristeza se irá y lo que quedará es el amor”, describe esta veterinaria natural.


Y debemos tener en cuenta que, en el caso de que no se haga la eutanasia y el animal se vaya apagando en casa, deberá ser preferiblemente “bajo supervisión veterinaria y con la medicación adecuada para que no haya dolor”, añade.


Lo cierto es que, una vez resuelto cómo y cuándo aplicas la eutanasia al perro o al gato de la mano del veterinario, lo importante es ir adelante y dejar la culpa a un lado, porque siempre habrá incertidumbres. “Ya no valen las culpas. Siempre quedará un punto de duda. Podemos pensar que a lo mejor querría haberse quedado una semana más o quince días, pero tanto si es así como si no: tenemos que vivir la situación como presente, igual como el animal la vive, aquí y ahora en cada momento”, expone Giménez, quien añade que “la mayor parte de las veces el animal ya percibe que pronto tomarás la decisión o que ya la has tomado, y a menudo aceptan la situación, estén o no de acuerdo”.


“Si están en contra, ya lo intentan manifestar, si pueden”, asegura. ¿Cómo? Con su actitud y viviendo pese a todo. Se mostrarán con ganas de vivir, más activos, reacios a ir o hacer según qué, aseguran los especialistas.